MAÑANAS

12 Nuevas pirámides población:
las desafiadoras reconfiguraciones
desde 1961 a 2061,
un siglo de transiciones

El mundo vive hoy contrastes demográficos extraordinarios que se intensificarán a lo largo de los próximos cincuenta años. Si por un lado hay países que envejecerán con una rapidez sin precedentes, otros verán su población aumentar vertiginosamente. Esas realidades disonantes tendrán repercusiones en todos los aspectos de la sociedad.

En 1960, Noruega era el país con la más alta expectativa de vida al nacer (73,49 años), seguida por los otros países escandinavos y de Europa del Norte, Australia y Canadá.1 Todas las otras naciones no alcanzaban la marca simbólica de la expectativa de vida de setenta años hoy alcanzada por más de 121 países, gran parte de ellos considerados en desarrollo.

Actualmente, más de 25 países tienen expectativa de vida por encima de los ochenta años, siendo Japón el país con la marca más alta (83 años).2 Sin embargo, de acuerdo con proyecciones, podemos afirmar que en 2060 algunos países ya habrán superado la marca de noventa años de expectativa de vida, como es el caso de Corea del Sur y de Hong Kong. En otros países ­ como Japón, Suiza, Singapur, Australia y España ­ nacerán, dentro de cincuenta años, niños que esperarán vivir, en media, más de 88 años.

En relación a la expectativa de vida a los sesenta años (EV60), o sea, la media del tiempo que se vive después de esa edad, esa también aumentó significativamente en las últimas cinco décadas. En 1961, un sexagenario no vivía más que veinte años después de esa edad en ningún país; hoy la perspectiva supera los 23,8 años en los diez países con la más alta perspectiva estimada, llegando a 25,51 años en Japón.3 Ciertamente ganancias adicionales son previsibles, pero con los progresos de la tecnología para la salud (a través del diagnóstico precoz de enfermedades no transmisibles) y métodos de tratamiento cada vez más eficaces (como intervenciones quirúrgicas y nuevos medicamentos), las proyecciones para dentro de cincuenta años son particularmente riesgosas.

En 1960, entre los diez países más envejecidos del mundo no había sorpresas: todos se situaban en Europa Central y del Norte ­ con Noruega apareciendo otra vez en primer lugar. Ya en 2010, aunque Japón sea disparado, el país más envejecido, con más de 30% de su población formada por personas con más de sesenta años, países europeos relativamente pobres, como Bulgaria, Grecia, Letonia, Croacia y Portugal, pasan a figurar entre los diez más envejecidos. [4]

Un dato comparativo interesante está en el hecho de Japón haber sido el primer país en que la proporción de personas de edad superó a la de menores de quince años ­ una realidad a partir de 1960. Entre otros países de gran población, Alemania y Rusia repitieron esa experiencia en 1980 y 2000, respectivamente. Estados Unidos deberá alcanzar esa misma proporción en 2015, seguidos de China (2025) y de Brasil (2030) ­ mientras India lo hará en 2055, año en que la experiencia tiende a transformarse en global. [5]

En contraste con el envejecimiento de la gran mayoría de los países en los que el crecimiento poblacional durante los próximos cincuenta años será pequeño o despreciable quizá negativo, los países de Oriente Medio y de África continuarán experimentando un aumento poblacional de más de seis veces.

Pero el envejecimiento poblacional de un país no depende solamente del número de personas que llegan a la “vejez” (sesenta años de edad, de acuerdo con la definición de las Naciones Unidas). Su rapidez depende aún más de la disminución de las Tasas Totales de Fecundidad (TTF), o sea, del número medio de hijos que una mujer espera tener hasta el final de su vida reproductiva. Cincuenta años atrás, apenas cinco países (Estonia, Letonia, Japón, Hungría y Ucrania) habían llegado a una TTF por debajo del límite inferior de reposición ­ menos de dos hijos por mujer (2,1), lo que significa en la práctica no haber reposición de la pareja que los generó. Alrededor de 1980, había apenas veinte países en esa condición. Actualmente son más de ochenta, y en 2060 se estima que el total sea de 153 países.

Si hoy un creciente número de países (como Japón, Alemania, Italia, España, Rusia y otros del Este Europeo) se preocupa con la disminución de la población, en los años 1960 la discusión predominante entre demógrafos y la sociedad se centraba en la llamada “explosión demográfica”. Esa inversión de perspectiva repercutió en alteraciones en la lista de los países con las diez mayores poblaciones mundiales. Así, Paquistán y Nigeria sustituyeron a Alemania y al Reino Unido, y en 2060 se proyecta la salida de Rusia y de Japón, dando lugar a Etiopía y Filipinas. Se indica que el ranking también se alterará con India superando a China (en más de 300 millones de habitantes) como el país de mayor población, y Nigeria más que triplicando su población ­ pasando a 537 millones. Finalmente, se debe mencionar, aún, el caso de Etiopía, que podrá tener casi tantos habitantes como Brasil, a pesar de ser un país mucho menor que el nuestro (Brasil). [6]

En contraste con el envejecimiento de la gran mayoría de los países en los que el crecimiento poblacional durante los próximos cincuenta años será pequeño o despreciable ­ quizá negativo ­, los países de Oriente Medio y de África continuarán experimentando un aumento poblacional de más de seis veces. Comparando la demografía de los diez países de África subsahariana con mayor población en los años 2010 y la proyección realizada para 2060, no hay duda de que la población de esa región creció casi cuatro veces entre 1960 y 2010, pasando un poco de 220 millones para algo alrededor de 831 millones.7 Las estimativas de las Naciones Unidas para 2060 en esa región son de un crecimiento un poco menor, de cerca de tres veces ­ previendo una población de casi 2,5 millardos. Si tal número se confirma, las implicaciones sociopolítico-económicas serán inmensas, porque justamente la región más pobre del mundo estaría sometida a una presión demográfica de inmensa magnitud.

Pero, en cinco décadas pueden suceder muchas cosas, y así como no se previó, en 1960, una disminución tan acelerada de las Tasas Totales de Fecundidad en tantos países, se puede especular que no se confirmen las proyecciones para África y Oriente Medio, tal como sucedió con Brasil en las últimas décadas y como ya señalan algunos países de aquellas regiones, como Egipto, Túnez, África del Sur, Gana y Botsuana.

Hasta hace muy poco tiempo, el envejecimiento poblacional contaba una historia muy diferente que la actual: países desarrollados enriquecían primero para después, a lo largo de un período más extenso que el que vemos hoy, envejecer. Ya países como Brasil están envejeciendo muy rápidamente y en un contexto de relativa pobreza.

Hasta hace muy poco tiempo, el envejecimiento poblacional contaba una historia muy diferente que la actual: países desarrollados enriquecían primero para después, a lo largo de un período más extenso que el que vemos hoy, envejecer. Ya países como Brasil están envejeciendo muy rápidamente y en un contexto de relativa pobreza. Una comparación con Canadá muestra eso con claridad. Actualmente Canadá tiene una proporción de personas de edad (24%) cerca de dos veces mayor que la de Brasil, pero hasta 2060 los canadienses deberán tener una proporción de personas con más de sesenta años menor que la nuestra.

En 1960 la población total de Brasil no llegaba a 73 millones. Cincuenta años después, llega a más de 195 millones ­ alcanzando un total 2,5 veces mayor. Las estimativas para 2060 son de 228 millones de personas ­ o sea, menos de 20% de aumento. Eso refleja la acentuada disminución de las Tasas Totales de Fecundidad. Brasil, en cincuenta años, salió de un contexto de explosión demográfica para uno de bajo crecimiento poblacional, debiendo comenzar un proceso de disminución de la población en los próximos treinta años.8 En paralelo, la proporción de personas de edad aumentó de 5,4% en 1960 para 10,2% en 2010 ­ debiendo superar los niveles del Japón actual (país más envejecido) antes de 2060, cuando la estimativa es de que tengamos 32,9% de personas de edad ­ uno de cada tres habitantes tendrán más que sesenta años. Aún más pronunciado será el aumento de la población con más de ochenta años: de solamente 0,4% en 1960, y cerca de 1,5% en 2010, la proyección actual es de 9% en 2060. Así, el país joven de 1960, cuando 43,3% de la población tenía menos de quince años, verá la proporción de esa edad caer para 14,5% en 2060.

Un punto interesante en la decreciente natalidad de Brasil es la posibilidad de que un nuevo modelo social se genere en pro de la valoración de las personas de edad como mano de obra cualificada, promoviendo una revitalización de la sociedad. Envejecer es revitalizarse ­ desde que la sociedad lo permita.

Merece destaque el concepto de “capacidad funcional” o “edad funcional” en contraposición con la edad cronológica.9 Llegar a los 85 años con vitalidad y productividad será cada vez más común. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el envejecimiento activo es el proceso para optimizar las oportunidades de salud, educación continuada, participación y seguridad para aumentar la calidad de vida a medida que se envejece. Ciudades “amigas de las personas de edad” deben evitar la disminución rápida de los individuos por debajo del límite de incapacidad funcional, manteniéndolos activos física, intelectual y económicamente el mayor tiempo posible. La solidaridad intergeracional deberá generar una meta de longevidad productiva desde la infancia para obtener mejores resultados en la tercera edad (incluyendo la protección para aquellos que, por motivos de salud, caigan por debajo del índice de capacidad funcional). Tener salud y conocimientos garantiza la participación plena en la vida de la comunidad.

La tecnología también tiene un papel decisivo para ayudar a todos en el envejecimiento activo y en la compensación para los que necesiten de apoyo (sea referente al uso de artefactos que aumenten el índice de capacidad, sea manipulando el genoma lo que podrá disminuir drásticamente el número de portadores de, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer o de Parkinson). Así, es importante introducir el concepto de Health Adjusted Life Expectancy10 (HALE, indicador sugerido por la OMS). En contraste con la expectativa de vida convencional, que considera todos los años como iguales, en el cálculo de HALE los años de vida son ponderados por el estado de salud y por la calidad de vida del individuo. Finalmente, es necesario tener en cuenta que las personas de edad, por haber acumulado una enorme variedad de experiencias a lo largo de la vida, presentan una heterogeneidad mayor que, por ejemplo, un grupo de adolescentes.

En regiones semidesérticas, ¿cómo proveer agua potable para tantos? ¿Qué contribuciones traerá la tecnología ­ desarrollando, por ejemplo, técnicas menos caras para la desalinización del agua del mar?

Así, innumerables cuestiones se imponen para los próximos anos. ¿Cuáles son las implicaciones para el medio ambiente de una África subsahariana con una población enormemente más densa? En regiones semidesérticas, ¿cómo proveer agua potable para tantos? ¿Qué contribuciones traerá la tecnología ­ desarrollando, por ejemplo, técnicas menos caras para la desalinización del agua del mar? Bastaría ese ejemplo para ilustrar las interconexiones necesarias entre los estudios de ciencia y tecnología, de la población y del medio ambiente. Pero la lista es inmensamente mayor y podemos preguntarnos qué presiones habrá en las regiones que ya están experimentando la disminución de poblaciones en los países vecinos.

Desde el punto de vista poblacional, ¿cuál será el aumento en términos internacionales de la población de inmigrantes, que en 2010 llegaba a 250 millones? Si Japón, por ejemplo, adoptase políticas que estimulasen proporcionalmente la entrada de tantos inmigrantes per cápita, como Australia o Canadá, ¿cómo sería su pirámide etaria en 2060? ¿La economía de los países muy envejecidos continuará creciendo? ¿Cuáles son las políticas necesarias para que eso pueda ser llevado a la práctica? Por otro lado, las mujeres están participando activamente del mercado de trabajo remunerado en un número creciente de países y sus economías pasarán a depender aún más de esa contribución. ¿La sostenibilidad entre países será más interdependiente? ¿Cómo desarrollar y estimular una cultura de contratos sociales intergeneracionales, de sociedades más solidarias?

Una de las grandes contribuciones del siglo XX fue sumar más de treinta años a la expectativa de vida de la población en la mayoría de los países. La del siglo XXI será traer mayor calidad de vida para todas las edades. Finalmente, es preciso reconocer que la pirámide poblacional de cada país no es rígida y que la demografía no es un destino dado, sino una realidad actual a partir de la cual podemos crear soluciones que tengan como meta el buen planeamiento del futuro.

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