MAÑANAS

16 Océanos,
la nueva
frontera
humana

La Tierra con una población superior a 7 millardos de habitantes ya presenta señales preocupantes de sobreexplotación de sus recursos naturales, considerados hoy próximos a agotarse. La humanidad busca nuevas fuentes de recursos y consigue “estirar” un poco más su tiempo en el planeta usando la tecnología y la creatividad en su beneficio e, infelizmente, también el factor de la desigualdad social.

En ese contexto, delante de los límites de los recursos naturales, el futuro impone la necesidad imperativa de nuevas opciones de fuentes de recursos. En ese horizonte, los mares son las principales fuentes para la continuidad de la especie humana porque están a nuestro alcance y mucho más disponibles que los otros planetas, que aún deben ser explorados. Para tener una idea de cómo los océanos son un verdadero universo a ser explorado, basta pensar que el ser humano ya llegó más veces a la Luna que a las profundidades oceánicas superiores a 3 mil metros. Más de 80% del área del océano Pacífico tiene profundidades superiores a esa y poquísimas veces las alcanzamos. Se estima que aún desconocemos más de 750 mil especies marinas, o sea, tres veces más de las que conocemos actualmente.

Ya que aún no sabemos cuál es el potencial de los océanos, mantener los servicios ambientales importantes provistos por el mar ­ como producción de oxígeno, fijación de carbono, producción de alimentos, distribución del calor en el planeta ­ depende de cómo vamos a convivir con ellos. Hasta este momento, aún tenemos una deuda, porque los impactos producidos son significativos.

Los próximos cincuenta años nos parecen decisivos para que el ser humano aprenda a abrir caminos más amigables para relacionarse con los océanos. La humanidad no debe perder la gran oportunidad que se le presenta ahora para desarrollar nuevas tecnologías y no cometer, en el mar, los mismos errores cometidos en los continentes. El uso de los recursos marinos con justicia social en el futuro depende, por lo tanto, de la capacidad humana de saber respetar los límites de uso y los ciclos de los elementos naturales. [1]

En los días actuales ya es posible notar diversos cambios en los océanos: la elevación del nivel del mar y de la temperatura, la acidificación y la contaminación de las aguas del litoral. Esas transformaciones graduales pueden no afectarnos en un primer momento, pero debemos tener en cuenta que ellas son las causas de posibles cambios. La mayor frecuencia e intensidad de mareas meteorológicas, ciclones, lluvias intensas, resacas y zonas muertas en ambientes costaneros evidencia la agresividad potencial de los mares. Con base en esos datos surge nuestra preocupación con la degradación de los océanos. En ese sentido, las próximas décadas pueden ser vistas como un período decisivo para recuperar el pasivo ambiental acumulado en el siglo pasado (entre los diversos elementos que componen ese pasivo están el efecto invernadero, la sobrepesca, el acúmulo gradual y creciente de los contaminantes lanzados).

Una mejor comprensión de los ciclos naturales de los océanos sería fundamental para promover un cambio de actitud sobre nuestra relación con el mar. Además de los perjuicios ­ que casi siempre suceden ­, esos fenómenos puntuales y extremos pueden interferir en la seguridad del ser humano y en su relación futura con el mar. Sumando esfuerzos en las investigaciones, por ejemplo, sería posible actuar para corregir errores del pasado y concretar la implementación de nuevas tecnologías.

Uno de los primeros pasos en dirección a un cambio de actitud sería percibir cuáles reacciones de los océanos evidencian daños y por lo tanto merecen mayor atención. Una observación importante ­ que afecta a las edificaciones costaneras, a los puertos y también a las plataformas marinas en creciente amenaza de colapso ­ es que el trazado de nuestro litoral está siendo alterado expresivamente, debido a la sedimentación o erosión lo que se ha observado en varios locales. También ya es una realidad el riesgo de inundaciones en las planicies de la costa, provocadas por fluctuaciones bruscas y puntuales del nivel del mar debido a resacas y mareas meteorológicas.

Para proponernos una nueva actitud, las normas técnicas de construcción y de seguridad deben ser actualizadas de acuerdo con el nuevo escenario climático y oceanográfico que se configura. A medio plazo también debemos observar con atención el agresivo porcentaje salino de las aguas que deteriora más aceleradamente las edificaciones del litoral.

Vean, por ejemplo, las playas urbanas, que son ambientes frágiles debido a la ocupación humana y a las fluctuaciones climáticas y oceanográficas. El litoral de Río de Janeiro ha sufrido un aumento gradual de los impactos de resacas significativas.2 A lo largo de 21 años (de 1991 a 2011) se observó un aumento sustancial del promedio anual de resacas para períodos de tres años. De la misma forma se constató un aumento del número de días con resacas significativas, lo que indica una creciente presión sobre esas playas.

Los impactos son diversos habiéndose observado, también, una saturación a lo largo de los años, que se estabilizó en el máximo durante los últimos años (de 2006 a 2011). En función de los impactos observados, se recomiendan procedimientos preventivos para evitar la pérdida de la resiliencia de las playas como estructuras de protección contra las resacas. La renaturalización con el aumento o con la regeneración de la vegetación, también es una estrategia recomendada.

En Brasil, las frágiles áreas costaneras del Sur (Santa Catarina), Sudeste (Río de Janeiro) y Nordeste (Pernambuco), debido a la densa ocupación antrópica, van a sufrir impactos significativos.3 Es necesaria, por lo tanto, la adaptación de tales áreas costaneras para resistir a ese nuevo escenario climático y oceanográfico. Entre los principales impactos relacionados con la erosión de la costa están la reducción en el ancho de la playa; el retroceso de la línea de la costa; la desaparición de la zona vecina a la playa; la pérdida de hábitats naturales, como playas, dunas, manglares, restingas; y el aumento de la frecuencia y magnitud de inundaciones de la costa causadas por resacas o eventos de mareas muy elevadas. [4]

Los principales usos de las playas son el uso recreativo y de protección de la costa.5 En esos casos, es necesario establecer anchos mínimos que posibiliten mayor resistencia a la erosión causada por las olas y para evitar que ellas se aproximen al mobiliario urbano (rambla, puesto salvavidas, quioscos, avenidas costaneras). Entre las medidas preventivas (anticipatorias) que se recomiendan están el aumento artificial de las playas y la recomposición de la vegetación de restinga. Macumba y Arpoador, en Río de Janeiro, son ejemplos de playas del litoral carioca que fueron perjudicadas por la ocupación antrópica y el avance del mar. En ese sentido, se percibe la importancia del mantenimiento de las playas como elemento de adaptación del litoral para enfrentar los cambios climáticos.

Las áreas del litoral de Río de Janeiro han sufrido un aumento gradual de los impactos debido a resacas significativas. Durante 21 años (de 1991 a 2011) se observó un aumento sustancial del número medio anual de resacas en períodos de tres años. De la misma forma fue constatado un aumento del número de días con resacas significativas, lo que indica una creciente presión sobre las playas urbanas.

Uno de los principales parámetros, tenidos en cuenta para las playas como elemento de protección, es su ancho.6 En el caso de las playas urbanas, como las del litoral carioca, es fundamental que se formulen políticas públicas de uso del suelo, además de intervenciones a largo plazo para mantener esos sistemas costaneros.

Otro elemento importante es el uso y el consumo de las aguas. Actualmente el ser humano usufructúa de los océanos para eliminar efluentes antrópicos, para explotar el petróleo y como fuente de alimento, además de utilizarlo para el transporte. Nuevos usos, como la producción de energía, minería y producción de fármacos, son posibilidades que deben ser consideradas. La salinización de la capa freática y de las zonas costaneras ­ debida al desequilibrio climático ­ impediría el aprovechamiento de los manantiales subterráneos de agua, agravando la situación de falta de agua potable.

El escenario oceanográfico que se proyecta desafía a la humanidad a invertir financiera y políticamente en estudios de punta y también en planeamiento y desarrollo de estrategias para potenciar el aprovechamiento de los recursos naturales. Para dejar de percibir el océano como un local para eliminar residuos, sería interesante desarrollar sus otros usos benéficos y prepararse no apenas para ocuparlo, sino también para estudiar nuevas formas de ocupación sostenible.

Una buena forma de aumentar la resiliencia de las ciudades del futuro y del ambiente natural en su entorno sería desarrollar estrategias de gestión costanera cuyo objetivo sería aprovechar mejor el uso del suelo, respetando las fragilidades del litoral y usufructuando con sabiduría sus potencialidades. Otra estrategia fundamental es la monitorización de la evolución y del comportamiento de los océanos para entender mejor los intercambios de energía entre las diferentes esferas del planeta: hidrosfera (océanos), litosfera (continente), atmósfera (aire).

Contamos hoy con algún conocimiento al respecto de los cambios del planeta causados por el ser humano. Es nuestra incumbencia buscar los medios necesarios para revertir ese proceso degenerativo en las próximas décadas. En ese sentido, es necesario asumir un punto de vista cuestionador, reflexivo y constructivo. Transformar todos esos datos en información útil y comprensible para la sociedad, incentivar su participación y responsabilidad en el proceso, es extremamente relevante, porque favorece el cambio de actitud en relación a la naturaleza.

Quizá los océanos nos estén dando la oportunidad de acertar y corregir errores cometidos en la superficie del planeta, y esta, quizá, sea una de nuestras mejores alternativas. La existencia de la humanidad en el planeta puede adoptar formas sostenibles si respetamos la naturaleza y la consideramos una aliada en nuestra jornada. A fin de cuentas, no se trata de salvar el planeta, nosotros precisamos salvarnos de lo que hicimos hasta hoy.

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