MAÑANAS

17 Cambio, incertidumbre y desconocimiento:
la biodiversidad brasileña en el siglo XXI

Los científicos no tienen bola de cristal para prever el futuro, pero aun así pueden hacer previsiones o proyecciones. Previsiones científicas sobre la biodiversidad pueden ser producidas, básicamente, de dos formas. Es posible examinar la relación de diversos factores ­ clima, radiación solar u otros ­ con alteraciones de la diversidad en el pasado y proyectar esa relación para las condiciones de esos factores en el futuro. O entonces, suponiendo cómo determinados factores provocan modificaciones en la biodiversidad, podemos construir un modelo de relaciones de causa y efecto, con el cual hacer previsiones de alteraciones futuras.

Antes de considerar el futuro de la diversidad biológica, pensemos en el clima. La calidad de los servicios de previsión del tiempo mejoró mucho durante el siglo XX. Previsiones realizadas con cinco días de anticipación son, hoy, muy confiables. Por otro lado, prever los cambios climáticos para las próximas décadas es muy incierto, y los científicos elaboran diferentes modelos (o escenarios) para explorar posibles alternativas, sin asegurar que uno de ellos sea más “verdadero”, o confiable, que los otros.

Si existe incertidumbre sobre el futuro del clima del planeta, ella es mucho mayor en relación a fenómenos aún más complejos, como la diversidad biológica. Es necesario, por lo tanto, entender las razones de la incertidumbre para saber si ella puede ser superada o contornada.

La primera cuestión que enfrentamos es el desconocimiento. Brasil es uno de los países con mayor diversidad biológica del planeta; por eso nuestro conocimiento sobre cuántas y cuáles especies viven aquí es evidentemente incompleto.1 Esa ignorancia es especialmente grave en relación a los animales invertebrados y microorganismos. Ni siquiera conocemos todas las especies brasileñas de los organismos más estudiados, como los animales de mayor tamaño (mamíferos y aves, por ejemplo) o de los árboles. El desconocimiento es aún más severo en relación a la distribución geográfica de las especies. No existen mapas de distribución completos para la gran mayoría, porque hay áreas inmensas de Brasil en que ningún estudio o análisis biológico fue realizado, sobre todo en el Centro y en el Norte.

Pocos perciben que la extinción alcanza más fuertemente una multitud silenciosa de pequeños organismos, poco visibles y que viven en ambientes restrictos. La dificultad mayor para evaluar la vulnerabilidad de esa casi incontable cantidad de especies es que ellas están desapareciendo sin que lleguemos a conocerlas, siquiera incluirlas en las listas de las especies amenazadas de extinción.

Otra dimensión de la biodiversidad brasileña, cuyo desconocimiento es menos visible pero que quizá sea aún más comprometedor, es la forma de organización de las especies en los ecosistemas. Debemos comprender esa organización para resolver los dilemas ambientales del Brasil actual y también para tomar decisiones esenciales para el futuro. Sin saber cuáles animales visitan y polinizan plantas en el campo, por ejemplo, no podremos comprender ni prever el desarrollo de la crisis de los polinizadores, que ya perjudica muchas culturas agrícolas en Brasil y en el mundo. [2]

Además de los problemas de desconocimiento, también enfrentamos incertidumbres para proyectar tendencias del pasado en el futuro. Conocemos menos el pasado de la biodiversidad brasileña que su condición actual ­ eso vale tanto para los tiempos remotos (lo que incluye grandes cambios durante eras geológicas) como para los recientes (en que alteraciones son causadas por la creciente ocupación y modificación humana). Por supuesto, es difícil proyectar tendencias para el futuro a partir de un pasado poco comprendido. Además, toda proyección presupone que los efectos futuros serán semejantes a los del pasado, y hay buenas razones para dudar de que eso suceda en relación a la biodiversidad.

Las previsiones producidas a partir de modelos de causa y efecto dependen de la identificación de los factores de mayor importancia en determinado proceso y, seguidamente, de la formulación de cómo ellos actúan en conjunto. Así, por ejemplo, en los cambios climáticos previstos para las próximas décadas, es probable que las alteraciones de los regímenes de lluvia y seca afecten más fuertemente los ecosistemas brasileños que las alteraciones de temperatura ­ recordando, sin embargo, que la temperatura y la precipitación o humedad actúan combinadamente sobre los organismos vivos.

Tales incertidumbres deben ser incluidas en los modelos científicos, para que se evalúen todas las opciones plausibles de acuerdo con nuestro conocimiento actual. Debemos también considerar los intervalos de confianza para cada previsión, en vez de presentar proyecciones supuestamente exactas. Tales franjas de variación no indican incompetencia por parte de los científicos. Al contrario, son la forma correcta de enfrentar la incertidumbre inherente a sistemas tan complejos como los ambientales, a partir de un conocimiento incompleto.

Delante de esas consideraciones sobre las cuestiones climáticas, ¿cómo abordar el futuro de la diversidad biológica? La lista brasileña oficial de especies amenazadas de extinción contiene 464 especies de vertebrados terrestres, además de ocho especies dadas como extintas en Brasil.3 Para peces y animales invertebrados, esa lista es mucho más incompleta, porque en la mayoría de eses grupos el riesgo de extinción no puede, siquiera, ser evaluado, debido a la falta de conocimiento específico. Ya la lista brasileña de plantas incluye ahora 2113 especies amenazadas.4 Algunas de esas especies solo sobreviven en poblaciones muy pequeñas y dependen de las condiciones especiales de ambientes que también están desapareciendo. Así, parece algo inevitable que ciertas especies que constan de las listas oficiales desaparezcan, de hecho, en un futuro no muy lejano.

No podemos afirmar que cada especie tenga una función única en el ecosistema. La extinción de determinada especie de bromelia o ave, por ejemplo, puede no tener consecuencias evidentes para el funcionamiento de los ecosistemas en que viven. Sin embargo, con su ausencia el mundo se torna un local mucho más pobre para vivir, aun para la vasta mayoría de los que viven en grandes ciudades y prácticamente no tienen contacto directo con la naturaleza más conservada.

La mayoría de las especies no es capaz de migrar para lugares distantes, a no ser paso a paso, y eso exige ambientes favorables más o menos continuos. Campos cultivados, pastizales extensos y ciudades limitan, cada vez más, los ecosistemas naturales a áreas pequeñas y aisladas.

Las iniciativas para revertir extinciones inminentes, en algunos casos, han sido exitosas. El ejemplo más conocido en Brasil quizá sea el del tití león dorado, que, a pesar de aún estar amenazado, salió de la condición de “críticamente amenazado” en 2003 y sus poblaciones continúan aumentando.5 La recuperación de una sola especie exige enormes esfuerzos, incluyendo recursos humanos y materiales, que no podrán repetirse para la gran cantidad de especies relacionadas como amenazadas. Sin embargo, pocas personas perciben que la extinción alcanza más fuertemente a una multitud silenciosa de pequeños organismos, poco visibles que viven en ambientes y locales restrictos. La mayor dificultad para evaluar la vulnerabilidad de esa infinidad de especies reside en que ellas están desapareciendo no solo antes que lleguemos a conocerlas, sino antes aún que las incluyamos en las listas de especies amenazadas de extinción.

Pero, además de la preocupación con la extinción de determinadas especies, debemos esperar otras alteraciones en la biodiversidad brasileña, que de un modo o de otro, afectarán a la mayoría de los organismos vivos. Modificaciones del clima forzarán el desplazamiento de especies para regiones donde las nuevas condiciones les sean más favorables. Esos desplazamientos podrán exigir recorridos pequeños, como entre hábitats adyacentes o a lo largo de declives. Al contrario, podrán necesitar migraciones más extensas.

Pero esos desplazamientos no deben suceder de forma simple y fácil: la mayoría de las especies no es capaz de migrar para lugares lejanos, a no ser paso a paso, y eso exige ambientes favorables más o menos continuos. Campos cultivados, pastizales extensos y ciudades limitan cada vez más los ecosistemas naturales a áreas pequeñas y aisladas. Además, nuevas regiones más favorables, de acuerdo con el clima alterado, ya están ocupadas por habitaciones o áreas cultivadas, lo que impide o dificulta que se destinen a la protección de la biodiversidad, además de exigir un proceso de restauración ecológica.

Una consecuencia previsible de los desplazamientos de especies inducidos por alteraciones climáticas, o directamente promovidos por actividades humanas, es la expansión de algunas especies ecológicamente agresivas o muy favorecidas por perturbaciones ambientales. Además de alterar procesos importantes en los ecosistemas, el establecimiento de especies exóticas en nuevas regiones transforma al mundo en un lugar ecológicamente más uniforme, un proceso llamado homogeneización biótica. [6]

Como ya afirmamos, la desaparición de especies interesantes empobrece al mundo. Pero la desorganización del funcionamiento de los ecosistemas tiene consecuencias más amplias y graves, porque afecta de muchas formas la integridad ambiental y la propia calidad de la vida humana. El funcionamiento de los ecosistemas, y muchos de los servicios que ellos prestan al bienestar humano, dependen principalmente de la enorme variedad de pequeños organismos, como insectos, algas o microorganismos, que existen en todos los ambientes naturales o modificados. Por esa razón, es necesario invertir en la integridad de la biodiversidad, no solo preservando los ecosistemas en condiciones más naturales en áreas protegidas, sino también estar atentos a la diversidad y a la organización ecológica de los organismos que viven en paisajes agrícolas y urbanos.

Un ejemplo ya citado es la importancia de especies nativas de animales como agentes de polinización de cultivos agrícolas y huertos. En ese sentido, la disminución de poblaciones de abejas nativas causa preocupación, porque compromete un servicio ecosistémico de gran importancia agrícola y cuya sustitución es difícil y cara.

Otros factores que complican aún más la actual situación son la propagación y los desdoblamientos de los efectos de las alteraciones de los ecosistemas, que pueden interferir en diferentes funciones y generar consecuencias en otras áreas en gran escala. Así, no sabemos aún toda la extensión de los efectos de la deforestación que volvió a acelerarse en el sur y sudeste de la Amazonia. Además de alterar los ecosistemas de la propia región, es cada vez más evidente que la deforestación, combinada con la extensa ocupación agrícola de la ecorregión del Cerrado, han contribuido a aumentar la temperatura y a disminuir las lluvias en el Sudeste del país. Entre muchas otras consecuencias, eso compromete al mismo tiempo la salud humana, la producción de energía hidroeléctrica, el transporte fluvial y la producción agrícola.

El funcionamiento de ecosistemas, y de muchos de los servicios que ellos prestan al bienestar humano, depende, principalmente, de la enorme variedad de pequeños organismos, como insectos, algas o microorganismos, que existen en todos los ambientes naturales y modificados. Por esa razón, es necesario invertir en la integridad de la biodiversidad.

Finalmente, una última razón multiplica aún más la incertidumbre sobre el futuro de la biodiversidad brasileña. Esa, sin embargo, nos inspira algún optimismo, aunque sea cauteloso. Brasil es uno de los pocos países que aún tiene un margen amplio de posibilidades en relación a su futuro ambiental, incluida ahí la diversidad biológica. Tal hecho se debe a la combinación de grandes espacios, a la enorme biodiversidad nativa y a la población humana relativamente pequeña en gran parte de su territorio (aunque críticamente alta en áreas urbanas de expansión continua, sobre todo en las regiones de la Mata Atlántica y del Cerrado).

Todo depende de que el gobierno y los ciudadanos comprendan que, en última instancia, la calidad de vida y el bienestar, la producción sostenible y una economía sólida son indisociables de la integridad y del buen funcionamiento de los ecosistemas. La vida será más segura y saludable, más protegida de extremos en paisajes que asocien la producción agrícola y la habitación humana a la preservación de los ecosistemas. Solo nos beneficiaremos con la potenciación de los beneficios de esa preservación para todas las demandas y actividades humanas.

Sin embargo, el tiempo para tomar decisiones está agotándose rápidamente ­ y, debido a la incertidumbre actual, no debemos esperar que llegue un aviso previo del momento en que, quizá, no tengamos más margen para hacer opciones.

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